He aprendido sobre la volatilidad de las certezas.
Hoy me he despertado de nuevo a las 3 am, a las 4 am y a las 6 am. Me he puesto a leer una novela sobre universitarias que se llaman “conejita” entre ellas, y habitan un campus donde aparecen conejitos reales y una gótica de opiniones contundentes llamada Ava. Sospecho que la gótica no es real.
Una hora después me he dicho a mi misma, que podría ser estupendo volverse a dormir unos 26 minutos, porque no hay necesidad de afrontar la realidad antes de tiempo. Así que me he dormido. Ha sonado la alarma a los 26 minutos exactos, la he postergado.
Por fin me he sentado en la cama apoyando mis pies desnudos en el parquet. He mirado a mi perra y el suelo de mi habitación cubierto por empapadores de pis, después de una noche de vómitos y diarrea canina. Esta madrugada me he podido levantar un centenar de veces para recoger lo que mi perra expulsaba por un orificio y por el otro de manera alterna, mientras tiernamente le decía que todo iba bien, dándole golpecitos en la cabeza que procuraba fuesen caricias.
Me visualizo, aún somnolienta, como la desconocida que aparece a tus veinte en el baño de un antro, te sostiene el pelo mientras vomitas la vida entera, y a la que no vuelves a ver nunca más.
Sin haber dormido lo que necesito, miro mi armario, agarro el celular y consulto en Google:
“Outfits para mujeres de cincuenta años por favor”
No tengo cincuenta años. Pero los tendré. Quiero hacer una transición coherente a mi vejez. Quiero saber hacia donde me dirijo. Observo el chorro de imágenes que me devuelve internet de mujeres que se supone tienen cincuenta años y visten como mujeres de cincuenta años. Me aparece Sharon Stone.
Detecto un patrón. Jeans con tenis blancos y suéter liso de color azul marino. Me miro en el espejo del baño. Hoy ni un suéter de color primario me salvará. Rezo a Nora Ephron. Mi faro en la niebla, mi Biblia y mi Corán. Recuerdo que ella sabiamente explicaba que llegadas a una década en concreto, ya no puedes salir despeinada y sin manicura a la calle. A partir de una década hay mucho esfuerzo, y mucho autoanálisis. Hay que aceptar que más allá de lo que nos guste ir en chándal oversize, no somos jovencitas estadounidenses de Arkansas yendo de paseo al centro comercial.
Demasiados pensamientos. Necesito café. Café al que hace unos meses juré que no volvería. He jurado tantas cosas en mi vida que la vida me ha enseñado el poco valor de mis juramentos. He aprendido sobre la volatilidad de las certezas.
Foto mía de ella, Lupe.